15 de enero de 2010

Si yo, si yo fuera esa tarde gris, no te daría la oscuridad, te llevaría más bien a un mundo lleno de luz, donde puedas cuidarme y un poquito enamorarme. Te enseñaría el amor que tanto tiempo he llevado aquí en mi alma. Te invitaría un café donde puedas olvidar todo el dolor que tú has llevado tan dentro del alma y enmendaría el amor con estas ganas de amar que me desgarra. Simulas que él jamás volverá a enamorarte. Yo que daría la vida por tí, yo que sería incapaz de hacerte daño, debo pagar el precio de su engaño como si fuera yo quién daño te causó. Y me castigas sin dar razón, y no sé por qué diablos sientes lastimas. Si sólo quiero yo secar tus lágrimas y de paso arrancarme este dolor; Yo te necesito. Sólo tú podrías darle cartas de silencio, que me ahoga la vida. Vén, vuelve junto a mí. Regresa junto a mí. Si Dios te contara de mi dolor cuando te veo llorar por él, no me podría ocultar de la locura. Tal vez vas a creer que ha sido en vano el paso por la vida y no tener que esperar que tú te canses de él, pobre mi vida. Si te fijaras en mí, como te fijas en él, si me amaras a mí como lo amas a él, todo cambiaría. Habría entonces motivos para consolarme. Yo aún junto a tí debo sentir tu ausencia, al fin tengo tan cerca tu presencia. Debo reconocer que aún estás pensando en él. Y desahogas tu angustia en mí y como un tonto yo seco tus lágrimas. Y no sé por qué diablos sientes lastima, si lastima yo deberia sentir por tí; Yo te necesito. Sólo tú desvastarías este infierno con tus besos. Vén, seca mi llanto, no me dejes morir. Vén, vuelve junto a mí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tiene veinte enemigas, dos amigas